APROXIMACIÓN AL CONFLICTO Y A LA NEGOCIACIÓN EN COLOMBIA, COMO MECANISMO DEL ORDENAMIENTO TERRITORIAL (OT).


Por
CARLOS HUMBERTO BERNAL A
Magíster en Estudios Urbano Regionales
Programa de Geografía-Historia
Facultad de Educación Universidad de Antioquia
Medellín, Colombia.


Resumen.

Este artículo pretende mostrar algunas formas de conflicto y las posibles soluciones que se deberían acometer para hacer ordenamiento territorial en un país tan convulsionado como Colombia.

Palabras claves: Negociación, Conflicto, Ordenamiento Territorial.

Se cree importante este artículo por que la tesis defendida por el autor, es que el OT es una negociación permanente, que se debe dar por el conflicto constante entre los actores territoriales, como uno de los elementos constitutivos y esenciales del OT.


En América Latina el Estado moderno no fue una construcción de la sociedad sino por el contrario, este, se puso a construir una “sociedad moderna». El modelo que más se ajusta a esta empresa es el llamado Estado Planificador, cuyo papel era conducir la sociedad hacia una modernización económica e industrial, armonizar los conflictos entre los diversos sectores sociales e integrar al conjunto de la nación una direccionalidad moderna (Hopenhayn, 199?).

Nuestro país aunque participa de esta concepción de Estado Planificador, tiene un sistema de división espacial, que es territorial en cuanto a lo político administrativo, obsoleto para la opinión del autor. Este sistema obedece al devenir de los pueblos descubiertos, conquistados y colonizados por el reino español en el pasado, donde las raíces de la nacionalidad son inciertas y no se consolidaron plenamente, pues pese a las luchas de independencia y liberación, la impronta ideológica y cultural y, hasta cierto punto el esquema administrativo y de poblamiento, perduran en el imaginario de las élites locales sucesoras, dando como resultado una estructura de regiones débiles, gobernadas por un poder central, que traen como consecuencia una heterogénea evolución, donde algunas se desarrollan a ritmos acelerados y otras, han permanecido relativamente incomunicadas, lo que genera un imaginario colectivo de atraso, que se pretende superar por varias vías como son las migraciones en búsqueda de nuevas oportunidades, la violencia con sus consecuencias, el desistimiento de la búsqueda del progreso endógeno, etc.

La consecuencia lógica de ello, es la incapacidad de absorber las nuevas poblaciones en los sitios de llegada, la generación de tensiones con los pobladores iniciales, la alteración en forma desproporcionada del crecimiento vegetativo de las ciudades, la yuxtaposición de representaciones y expresiones culturales (rurales y urbanas en su mayoría), lo que contribuye en conjunto a la imposibilidad de hacer planeación y menos ordenamiento territorial.

Charles Horton Cooley, citado por Mejía, Granda y Londoño (1998), apunta que “…si grandes estratos de población se ven excluidos permanentemente de los beneficios de la sociedad, tenderán a rechazar los supuestos mismos sobre los cuales está construida la sociedad y si los sistemas de legitimación no funcionan ya plenamente intentarán atacar el orden social…», lo que genera un permanente conflicto debido a la insatisfacción de sus necesidades territoriales.
La exclusión de amplios sectores de la población de la vida política del país se convierte en un factor de conflicto, por la falta de representatividad o de representación y la violencia social es una forma de sortear las exclusiones estructurales que imponen el modelo de desarrollo y el sistema político (Hopenhayn, 199 ?).

Weber citado por esos tres autores afirman que «…el conflicto no puede ser excluido de la vida social…», por lo que el O.T. no es el llamado a solucionarlo, sino a transformarlo, es más, a incentivar formas no violentas de conflicto o confrontación de realidades como mecanismo de desarrollo.

Los Conflictos son tan variados como las formas de relación social. “Existen conflictos realistas cuando se choca por expectativas y aspiraciones de ganancias y los actores sociales consideran un medio transable si se encuentra otro recurso más eficaz. Y no realista o de impulsos agresivos que buscan expresión, cualquiera que sea el objeto, no buscan resultados concretos, sino desahogos» (Mejía, Granda y Londoño, 1998); por consiguiente, si se entiende el O.T. como negociación de los intereses de ocupación del espacio, se debe tratar de hacer evolucionar la primera forma del conflicto, pues la segunda, no tiene relación positiva con el O.T.

Para este texto el conflicto no se entiende como siempre violento, disociador o patológico, sino como estabilizador y vía legítima para darle salida a múltiples disensos de variada intensidad, representado por diversas afiliaciones de los actores sociales para zanjar sus diferencias apelando a medios creativos de negociación, diálogo y concertación, en otras palabras de transformación de la realidad da cada actor. Por tanto «el conflicto llega a ser un factor de integración social que contribuye a mantener los grupos y las colectividades” (Mejía, Granda y Londoño, 1998)

Apoyado en lo que afirma Valenzuela (1995), al conflicto se le puede entender como parte de nuestra vida cotidiana, pues lo experimentamos en el hogar, el trabajo, la universidad, en nuestra relación de pareja, en forma tácita o explícita, el conflicto está inmerso en el marco de nuestras relaciones sociales. Es una conducta cooperativa, que ocurre cuando dos o más actores compiten sobre objetivos o recursos limitados, percibidos como incompatibles o realmente incompatibles.

Clarificando más este concepto, acudimos a Peter Wallensteen, citado por Valenzuela (1995), quien afirma que es una situación social en la cual un mínimo de dos partes pugnan al mismo tiempo por obtener el mismo conjunto de recursos escasos, lo que coincide con las apreciaciones de Joice Hocker y William Wilmos, citados por este mismo autor, quienes lo definen como una lucha expresada entre al menos dos personas o grupos interdependientes que perciben objetivos incompatibles, recompensas escasas e interferencias del otro en realizar sus metas; o con Raymond Aron, también citado por Valenzuela (1995), quien lo caracteriza como la oposición entre grupos o individuos por la posesión de bienes escasos o la realización de valores mutuamente incompatibles. En estos autores se observa el conflicto como una competencia, la cual puede zanjarse proveyendo o sustituyendo el objeto de la misma.
En cambio existe otra forma de ver el conflicto como una situación en la que un actor se encuentra en oposición consciente con otro a partir del momento en que persiguen objetivos incompatibles, lo que conduce a una oposición, enfrentamiento o lucha (Fisas, 1987).

Sea cual fuere la concepción de conflicto que se maneje, este tiene algunos elementos constitutivos que es importante conocerlos a la hora de entenderlo, para su potenciación. Según un compendio realizado por Barón y citado por Valenzuela (1995), los elementos del conflicto son:


El problema (causas del conflicto), las partes (las visiones del futuro) y el proceso; las diferencias esenciales y los valores que las separan, que se manifiestan en Intereses opuestos en situación de suma cero; el reconocimiento de estos intereses opuestos y la creencia de que la otra parte obstaculiza el logro de los propios. Además el conflicto surge de las relaciones entre las partes y refleja sus interacciones anteriores e implica acciones de una o ambas partes que de hecho obstaculizan a la otra.


Valenzuela (1995), expone que no necesariamente tiene que haber intereses opuestos ya que con la sola percepción de que los hay es suficiente para que exista conflicto. Estas percepciones irreales pueden tener consecuencias reales.
Tradicionalmente se ha pensado que el conflicto es negativo, pero no es así ya que puede traer consecuencias funcionales como el aumento de la creatividad, la realización de cambios necesarios, el aumento de la motivación y la cohesión del grupo, el restablecimiento del equilibrio del poder, la concordia en las relaciones, el desarrollo de habilidades de reasignación de recursos, etc. Lo indeseable es la violencia que se genera de él.


El conflicto es paradójico en el sentido de que los adversarios tienen que cooperar para contender pues son copartícipes del mismo.


Es importante anotar entonces, la apreciación Hopenhayn, (199?), quien afirma que una sociedad sin conflictos puede ser la expresión de una sociedad paralizada, donde la manipulación que el poder hace de las diferencias puede ser tan oclusiva que las personas dejan de percibir hasta sus conflictos más personales.


La pregunta que le surge al mencionado autor es ¿qué condiciones hacen que determinados conflictos sociales y/o políticos, sean elaborados por vías del enfrentamiento y no por vías del diálogo, por el expediente de la violencia y no a través de la negociación ?.


La elaboración o evolución (es el desarrollo del conflicto) negociada de un conflicto, requiere que las partes de él estén dispuestas a oír y considerar la posición y los intereses de las otras, y consecuentemente a buscar un punto de acuerdo situado entre la posición propia y la del otro, (aunque más adelante se verá que lo importante no es estar entre las posiciones de cada uno de los actores, sino satisfacer sus intereses). En la elaboración violenta de los conflictos las partes no están dispuestas a conocer a fondo las posiciones de los otros ni a respetar acuerdos intermedios entre estas posiciones.


Cierto es que con frecuencia la expresión violenta de un conflicto asume en su desarrollo una «autonomía propia» y en consecuencia requiere de políticas que se concentren en el conflicto puntual y en forma específica en su desarrollo.


El conflicto tiene varias dimensiones, la antropológica donde se afirma una evidencia de las raíces estructurales que trascienden los espacios de lo íntimo-personal; la estructural social que entiende por rasgos estructurales aquellas condiciones que caracterizan como un todo a la sociedad, o a la articulación entre Estado y sociedad civil; en relación con ello el conflicto violento es una respuesta o una expresión pero no el problema en su conjunto; las dimensiones humanas que están plasmando es la vivencia turbulenta de los humanos como expresión de sus ambiciones, resentimientos o de agresividades, etc.


Entendido así el conflicto, con sus componentes e implicaciones se puede pensar en un método de negociación, como el planteado por Tobón (1997), para que no degenere en violencia.


Las personas debemos ser capaces de resolver los momentos conflictuales. ¿Cómo? En la aceptación de la diversidad humana; ni todos somos iguales ni cada uno es el poseedor de las verdades absolutas y de los criterios definitivos El reconocimiento de la diversidad, como recurso personal que permite decirle al otro que tiene el derecho a pensar por sí mismo y a disentir respecto a lo que yo pienso, empieza a ser fuente de convivencia que disipa la ley de la agresividad.


Es importante no simplemente aceptar «al otro» por disciplina interna de acogida a lo diverso, sino aceptarlo por un reconocimiento al valor y a la dignidad que encarna y materializa. Cuando en el esquema de valores propios la persona del otro no tiene espacio ni lugar, queda la puerta abierta para desconocerle bajo los dictámenes de la indiferencia, para manipularlo o para, en el peor de los casos, destruirlo; en cambio, cuando su valor es reconocido de manera eficaz y práctica, se permiten sus más valiosas opciones personales o grupales, entre ellas la de poseer criterios y principios personales o grupales, la de la autodeterminación y la de la conducción de la vida por los senderos de la realización personal o grupal auténtica.


Quizá uno de los efectos más sensibles que hoy se perciben en la llamada «CULTURA DE LA MUERTE”, es la desvalorización de lo humano. Ha llegado a ser éste un elemento más de una cultura que parece aferrarse más a lo efímero y a lo pasajero que a lo permanente y estable. La aplicación de dicho criterio a los momentos del conflicto ha hecho que cuando el ser humano está implicado en tales circunstancias se le menosprecie hasta considerarlo como “algo desechable» Entra pues en juego el valor de lo personal bajo unos criterios que no siempre lo salvaguardan.

Así las cosas, la dinámica de la evolución de conflictos no se agota en el ejercicio de unas prácticas ni en la puesta en ejecución de determinadas técnicas; está asociada, desde su fibra más íntima a las visiones de persona que todos los seres humanos poseen. La calidad y la validez de estas visiones están medidas por el valor que tengan respecto al hombre. Su punto conectivo está en relación con la dignidad que tratan de salvaguardar respecto a ese mismo valor y a su expresión en su territorio.


Para evolucionar los conflictos es importante acudir a una negociación en la cual no necesariamente lo que un actor gane lo pierda el otro (suma cero), y aquí se rompe con los métodos tradicionales y más generalmente usados que aseguraban que para poder ganar en una negociación, alguien más debe perder.


Si se quisiera resumir la aproximación a la negociación, se diría que el buen negociador debe reconocer que a) la negociación se hace con personas con quienes tenemos una relación de interdependencia; b) la negociación es realmente un proceso en el cual se trata de influir en el otro; c) queremos que el otro tome una decisión específica que nos conviene; d) debemos analizar las situaciones que ayudan a que el otro tome tal decisión, así como las que la obstaculizan; e) debemos tener en mente la ganancia mutua y el largo plazo, Tobón (1997). Según Fisher citado por este autor, los métodos de negociación se deben evaluar según tres criterios básicos como la posibilidad de a) producir un acuerdo sabio, b) ser eficientes y c) al menos mantener la calidad de la relación entre las partes.


Para negociar existen dos métodos, por posiciones y por intereses. Cuando se negocia por posiciones se presenta una pérdida creciente de los objetivos. Puede verse entonces la negociación como un debate, lo cual es equivocado. Un debate tiene como objetivo determinar quién tiene la razón y esto en la negociación no puede decirse que sea el objetivo central. En la mayoría de las veces las cosas no son tan claras como para determinar con facilidad quién está equivocado y quién es el culpable, Tobón (1997).


En esta se fija una posición inicial en cada una de las partes, generalmente muy extrema y se procede luego a moverse en forma mecánica hacia el acuerdo, como lo plantea Hopenhayn (199?). Es posible que entre movimiento y movimiento no medie ningún argumento que justifique el desplazamiento Tobón (1997). Las negociaciones por posiciones no producen acuerdos sabios pues hacen que las partes se cierren a sus argumentos propios y cada vez miren menos la bondad de los argumentos de los otros. Mientras más se defienda una posición más dificultad habrá de lograr que la otra parte se convenza y llegará un momento en el cual es necesario ganar, pues de otro lado nuestro orgullo quedará aporreado. Cuando se negocia por posiciones es muy posible que en cierto momento se caiga en la trampa del mal conflicto y se pierda realmente la visión. Se termina haciendo una negociación bastante alejada de los objetivos que fueron planteados inicialmente. Por esto es tan importante siempre tener la mente fija en los objetivos.


Cuando se negocia por intereses lo importante es concentrarse en explorar los intereses de cada una de las partes, es decir averiguar lo que motiva a cada uno de los negociadores a estar presentes en la mesa de negociación. Es preguntarse también qué es lo que debe suceder en esta mesa para que los negociadores se sientan ganadores Tobón (1997). Quien negocia por intereses cree que se deben hacer concesiones, pero también pedir a cambio concesiones de parte del otro. No negocia desde un trono y más bien estudia las diferentes valoraciones que cada una de las partes tiene de los asuntos y trata de entregar aquello que para él no tiene mucha importancia, pero que para el otro es vital. Si además recibe del otro algo que para aquel no implica mucho costo pero que tiene un alto valor para él, la negociación será ideal.


La regulación o evolución de los conflictos


La forma de enfocar, resolver, regular o canalizar los conflictos ha sido objeto de mucha atención por parte del movimiento pacifista y de la comunidad que se dedica a la investigación sobre la paz.


El análisis de las causas de los conflictos provocan el surgimiento de diferentes estrategias para la resolución de los mismos.


Con el propósito de buscar formas más o menos rigurosas y estandarizadas de regular los conflictos, se ha desarrollado una corriente de investigación de este tema, se han organizado centros de estudio especializados donde se enseña a realizar funciones de “mediador» o «regulador de conflictos, actuando y trabajando principalmente a nivel de conflictos domésticos, laborales, locales y medioambientales. Uno de los pioneros en el estudio de este tema, señala la existencia de 5 modelos generales de regulación de conflictos.

  • Regulación Legal: Asume la existencia de un conjunto de normas explícitas, que las partes de un conflicto aceptan con la intención de regular sus disputas.
  • Modelo de Disuasión: Se basa en la creación de miedo y temor a través de la demostración de fuerza.
  • Negociación: Es el marco en el que las partes en conflicto pueden conseguir, total o parcialmente, ciertos objetivos. Existen técnicas muy elaboradas que permiten llevar a buen fin un proceso de negociación.
  • Intervención de terceros: Los “mediadores son personas preparadas para ejercer este rol.
  • Técnicas de Intervención y de Entrenamiento: Para que pueda ser utilizado en los dos modelos anteriores, se ha elaborado una guía, una especie de compendio, que puede ayudar a describir un conflicto; se trata , en definitiva, de radiografiar, y eso puede conseguirse mediante una descripción que incluya los siguientes elementos del conflicto:

Guía Descriptiva Del Conflicto :

Descripción general

Historia del conflicto

Contexto del conflicto

Partes implicadas (unidades de decisión implicadas directamente o indirectamente)

Problemas:
Hechos básicos (generadores básicos del conflicto)
Valores básicos del conflicto
Intereses básicos enfrentados
Problemas irreales (imaginarios, ficticios)

Dinámica :
Acontecimientos precipitados
Problemas de emergencia, transformación y proliferación
Polarización
Espiral
Estereotipos e imágenes de espejo

Rutas alternativas hacia la solución del problema

Regulación potencial del conflicto:
Factores limitadores internos
Factores limitadores externos
Terceras partes interesadas o neutrales
Técnicas de conducción del conflicto

Para Adam Curle citado por Tobón (1997), al proceso de regulación de conflictos prefiere llamarlo “pacificación», y consiste en convertir una relación de tipo no-pacífica en otra de tipo pacífica; los elementos son los siguientes:

Investigación: mediante esta, el eventual pacificador adquiere el conocimiento necesario para que su trabajo resulte efectivo.

Conciliación: El pacificador establece las premisas psicológicas necesarias para una discusión y una negociación razonables, para un cambio de percepciones, para clarificarla conciencia y aplacar la tensión.

Transacción: Las partes en litigio tratan de ponerse de acuerdo, aunque sin hacer grandes concesiones

Desarrollo: Una relación anterior no pacífica se reestructura según una directriz pacíficas

Enseñanza: A través de la enseñanza, la parte más débil (situada en relación desequilibrada y con una baja conciencia del conflicto) tiene mayor conciencia de la situación, e intenta cambiarla

Confrontación: La parte más débil se mantiene con la esperanza de ganar una posición de paridad y, con ella, la posibilidad de llegar a una reconducción del conflicto, estableciéndose la relación. La confrontación puede revestir diversas formas, desde la revolución hasta la protesta no violenta.

Para Galtung(1985), las formas más importantes de solución de conflictos son las siguientes:

Trascendencia: cuando todo el sistema de conflicto cambia y los actores se acomodan en un nuevo camino

Compromiso: cuando se encuentra un término medio entre los objetivos de los actores, y éstos se acomodan en gran medida al término medio

Comercio: un conflicto puede intercambiarse con otros, particularmente cuando los valores del conflicto son indisociables.

Multilateralización: cuando se introducen otras partes, los conflictos pueden negociarse triangularmente, por vías cuadrangulares, etc..

Fusión: integración total de los actores, alineamiento de los objetivos y por tanto, ausencia de conflictos.

Fisión: desintegración total de los actores, sin unión social entre ellos y por tanto ausencia de conflictos.

Para Burton citado por Tobón (1997), el conflicto es un elemento creativo esencial en las relaciones humanas. La clave de la resolución de los conflictos reside en si la percepción de ellos, en términos de resultados de pérdidas o ganancias por las partes, puede transformar este, de manera que, mediante reexamen de las percepciones, objetivos, costes, tenga resultados positivos para todas las partes implicadas. Este autor propone y utiliza un taller que invita a los bandos enfrentados y donde analiza su conflicto en presencia de un grupo de expertos. Estos no cumplen otra función que la de facilitar la investigación mediante la presentación de datos útiles sobre éstos conflictos. .

BIBLIOGRAFÍA


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GALTUNG, Johan. (1985). Violencia, paz e investigación sobre la paz. En: Sobre la Paz. Ed Fontamata. Barcelona
HOPENHAYM, Martín. (199?). Conflicto y Violencia : Pantalla sobre un horizonte difuso. Documento fotocopiado sin conocer fuente.
MEJÍA V; Hernán. Granda M ; Alberto Londoño R; Carlos. (1998). Apuntes teóricos sobre el conflicto. En : Revista Pensamiento Humanista. Medellín N° 4 Universidad Pontificia Bolivariana, Escuela de Formación Humanista. 109 – 118 pp.
TOBÓN, L. José I. (1997). Método Harvard de negociación. Bolivariana. Escuela de Formación Avanzada. Medellín.
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VALENZUELA, Pedro. (1995). La estructura del conflicto y su resolución. Universidad Javeriana. Escuela de Formación Sociopolítica. Bogotá.
Pontificia